Ramas De Palmera y La Entrada Triunfal

Alejandro Magno, conquistador del imperio Persa, ascendió al poder a los veinte años de edad después del asesinato de su padre por un capitán de la guardia. Cuando Alejandro murió a la edad de 33 años, su territorio se extendía de Grecia, a Egipto y hasta la India. Este gran imperio fue repartido entre sus generales resultando en reinos independientes que fundaron sus propias dinastías:


    La Dinastía Tolemaica basada en Egipto,
    La Dinastía Antigónida ubicada en Macedonia
    La Dinastía Seleúcida con su base en Babilonia y Siria.

De esta última Dinastía Seléucida surgió un rey llamado Antíoco IV Epífanes.
En el año 167 a.C durante una de sus campañas militares, Antíoco IV, “El Grande”, tomó la ciudad de Jerusalén. Antíoco entró en el lugar santísimo del templo de Jehová, erigió ahí una estatua de su dios Zeus y desacró el altar sacrificando a un cerdo. Además, Antíoco suprimió el culto a Jehová, prohibiendo con pena de muerte los ritos judaicos tales como guardar el día de reposo, la circuncisión de los hijos varones y la meditación del Tora.
La profanación del templo causó que los macabeos (sobrenombre dado a la familia de un sacerdote judío) organizaran una rebelión en contra de los ejércitos de Antíoco. En 165 a.C., después de alcanzar la independencia del dominio greco-sirio, Judas Macabeo instituyó la fiesta de la dedicación del templo. Durante esta celebración, la gente apareció con ramas de palmeras y de otros árboles como símbolo de victoria e independencia de sus enemigos.
Mas de 130 años después…
…Jesús hace su entrada triunfal. Jerusalén ahora está bajo el control del imperio romano. Los sacerdotes y los soldados romanos ven la gente con ramas de palmera diciendo: “¡Hosana! ¡Hosana al Hijo de David! ” … clamando por su independencia y victoria sobre el yugo romano.
Los sacerdotes, que en ese tiempo gozaban de un cierto grado de autonomía del imperio romano, eran personalmente responsables de mantener la paz y el orden en Jerusalén. Rebeliones o disturbios es de lo que menos querían oír. Si un líder, con el poder de alimentar a miles, capaz de sanar a los enfermos y de resucitar a los muertos decide formar su propio ejército, presentaría una grabe amenaza para el estado. Es por eso que deciden arrestarlo y finalmente ejecutarlo.

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