Abril 24, 2024
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El Purgatorio - Conclusión

 
 

La Doctrina Romana Del Purgatorio Es Un Invento Para Mal

La doctrina Romana del purgatorio es un invento infeliz. El pastor Chiniquy, un ex-sacerdote Canadiense, que pertenecía, escribió un libro "Cincuenta años en la iglesia de Roma".

Este libro escribe entre otras cosas estas palabras: si Jesús me ha salvado plenamente, derramando su sangre en la cruz, entonces yo no soy salvo de la manera que hasta ahora había pensado y predicado, por mis penitencias, por mis rezos a María y lo santos, mis confesiones e indulgencias; tampoco por las llamas del purgatorio.

Y en otro lugar escribe: ¿Cuánto tiempo aún, oh Señor, ese enemigo implacable del Evangelio, la iglesia de Roma, ha de enriquecerse con las lágrimas de las viudas y huérfanos, por medio de ese invento cruel y malvado del paganismo: el purgatorio?.

Resumiendo:

Es verdad que a base de la Palabra de Dios no podemos hacer otra cosa que afirmar que la enseñanza del purgatorio es una pura herejía. Las razones de estas afirmación son estas:

  1. La doctrina del purgatorio está en contradicción con toda la teología y antropología bíblica. La Biblia enseña claramente que el hombre no puede salvarse a sí mismo. Vea Rom. 3:21-27; 7:14-25; 8:3. ¡La salvación es netamente obra de Dios! Ver también Sal. 32:1,2; Rom. 7:24,25; Ef. 2:8-10; Tito. 3:4-7; 1ª. Pe. 1:19. Según la enseñanza del purgatorio el hombre mismo debe ganar su salvación; el mismo debe llevar todos los castigos temporales como consecuencia de sus pecados.

    Roma también enseña que algunas personas son capaces de hacer más buenas obras que lo que ellos mismos necesitan. El fruto de estas buenas obras que sobran ayuda a las almas que están en el purgatorio. Tal enseñanza se reduce a nada cuando se entiende cuan profundamente el hombre ha caído; tal enseñanza roba la gloria y honra que solo le pertenecen a Dios. "Porque de El, y por El y en El son todas las cosas. A El sea la gloria por siglos. Amen". (Rom. 11:36).
     

  2. La enseñanza del purgatorio está en contradicción con la cristología bíblica (la doctrina bíblica sobre Cristo).

    La Biblia enseña que Cristo ha pagado totalmente el pecado. El obró para nosotros una salvación eterna, (Hebr. 9:12).

    En ese mismo capítulo de la carta a los Hebreos leemos: "mas ahora una vez en la consumación de los siglos, para deshacimiento del pecado se presentó por el sacrificio de sí mismo" (verso 26) También leemos: Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados". (Hebr 10:14)

    Lea también 1ª.Jn. 1:7; Hebr. 5:9; Apoc. 1:5.
     

  3. La enseñanza del purgatorio contradice a aquello que la Biblia enseña sobre nuestra justificación. La Biblia enseña que el hombre es justificado por fe en los méritos de Cristo, (Rom. 5:1) y no por méritos propios. El hombre es santificado por el Espíritu Santo y no por el purgatorio, (2ª. Tes. 2:13).
     
  4. La enseñanza del purgatorio contradice a la eclesiología bíblica (lo que la Biblia enseña sobre la Iglesia y los sacramentos).

    Es Cristo Jesús quien edifica su Iglesia. Es Cristo Jesús quien se entrego por ella, para santificarla, limpiándola en el lavacro del agua por la Palabra. Para presentar la gloriosa para sí, una iglesia que no tuviese mancha, ni arruga, ni cosa semejante; sino que fuese santa y sin mancha. Así describe Pablo a la iglesia de Cristo en Ef. 5:25-27. ¡Que contraste con aquella institución en la cual tantas cosas se hacen con y por el dinero!
     

  5. La enseñanza del purgatorio contradice a la escatología (lo que la Biblia enseña sobre las cosas finales). Según la enseñanza de la Biblia hay un cielo y un infierno. Un infierno para los impíos, y un cielo para los hijos de Dios.

    Sobre esto se lee en: Salmos 1,73; Dan. 12:2; Mat. 7:13-14; 7:24-27; 25:1-13; 31-46; Jn. 3:16; Tes. 1:8-10; Apoc. 20:11-15; 22:14,15.

Conclusión: ¡NO EXISTE UN PURGATORIO!

Palabras finales

Exhortación y Consuelo

La Palabra de Dios nos muestra claramente que habrá un día en cual tendremos que parecer delante del Señor Dios.

A muchos no les agrada pensar sobre esto; les cuesta hablar de estas cosas; prefieren olvidar lo antes posible a estos pensamientos tristes. Pero esto no es muy sensato. Por el contrario, es necesario no tener en cuneta el día del juicio de Dios.

Todos han de parecer ante el Trono de Cristo, así enseña la Biblia. Por eso es prudente velar, para que la muerte no nos sorprenda repentinamente.

Esta actitud de velar pertenece repentinamente.

Esta actitud de velar pertenece realmente a nuestra vida de fe. La Biblia muchas veces habla de la necesidad de velar.

"Haz me saber, oh Señor, mi fin, y cuánta sea la medida de mis días". (Salm. 39:4) Moisés vivía conociendo profundamente la realidad de estas palabras: "Porque todos nuestros días declinan a causa de tu ira; acabamos nuestros días como un pensamiento. Los días de nuestra edad son setenta años; que si en los más robustos son ochenta años, con todo su fortaleza es molestia y trabajo; Porque es cortado presto y volamos..."

"Enseñados de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría". (Sal. 90:9,10,12). También Job testifico del hecho que la vida es breve en días y llena de inquietud, (Job 14).

Cuán claramente Jesús nos exhorta cuando nos dice: "Velad pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor." (Mat: 24:42).

"He aquí yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus vestiduras, para que no ande desnudo, y vean sus vergüenzas ". (Apoc. 16:15) El por lo tanto un asunto muy serio, que se debe tener en cuneta.

También creo que una actitud de vigilancia y preparación para las cosas eternas no han de dar gozo y paz en esta vida, cosas en las cuales no puede gozarse el que no se prepara para la eternidad.

Para el que no se preocupa de su salvación, el día del juicio de Dios ha de ser horrendo.

La Biblia dice que el Señor Jesús ha de aparecer "En llama de fuego, para dar el pago a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al Evangelio de nuestro Señor Jesucristo." (2ª Tes. 1:8) Esto concierne a todos cuantos no quieren saber nada del Evangelio de Jesucristo, y creen que pueden salvarse a sí mismos, confiando en sus propios méritos.

"Los cuales serán castigados de eterna perdición por la presencia del Señor, y por la gloria de su potencia." (2ª Tes.1:9) Entonces querrán esconderse en las peñas y aberturas de la tierra, debido a la presencia espantosa del Señor (Is. 2:10,19)

Hoy en día esto no es tenido en cuneta. Muchos no creen en una perdición eterna ¿Cómo un Dios de amor podrá mandar a la gente al infierno? Es lo que mucho se oye decir.

El pueblo es engañado con mentiras. Bien cabe la exhortación del profeta Oseas: "Habéis arado impiedad, segasteis iniquidad: comeréis fruto de mentira, porque confiaste en tu camino, en la multitud de tus fuertes."

(Oseas 10:13).

Por eso es que muchos creen que por medio del purgatorio tienen derecho al cielo ¡tremendo ha de ser su fin!
Pero cuanto consuelo hay para aquellos que en esta vida se han entregado a Jesucristo como Salvador personal. Para ellos la muerte no ha de ser castigo por el pecado, sino un entrar en la vida eterna para gozar de la perfecta y plena salvación.

Por eso es que con ansias podemos esperar aquel gran día, para gozar plenamente de las promesas de Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Cuan aquí hemos de cerrar nuestros ojos, los abriremos en la eternidad celestial. Y entonces no hay años de purgatorio que nos separan de estas bendiciones. Job dice: "Yo sé que mi redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; Y después de deshecha esta mi piel, aun he de ver en mi carne a Dios."

(Job. 19:25,26) Con estas palabras de Job se acaba terminantemente con todas las fábulas piadosas de Roma.

"Bienaventurado los muertos que de aquí adelante mueren en el Señor." (Apoc. 14:13).

¿Puede usted imaginarse algo mas glorioso?.

Que esto sea el consuelo de Dios para cada creyente y para toda la iglesia de Jesucristo.

"Y el mismo Señor nuestro Jesucristo, y Dios y Padre nuestro, el cual nos amó y nos dio consolación eterna, y buenas esperanzas por gracia; consuele vuestros corazones, y os confirme en toda buena palabra." (2ª Tes. 2:16,17)

Esto Es El Evangelio

El Señor Dios es santo. El Señor Dios es bueno y verdadero. El Señor Dios es demasiado puro para poder soportar el mal. Por eso El odia mentira, engaño y astucia. Los labios mentirosos son abominación para El, (Prov. 12:22).

Dejad toda mentira, dice Pablo en Ef.4. Dios Quiere que podamos reconocer la verdad acerca de nosotros mismos. Y cuan vergonzosa y humillante s esa verdad.

"Dios es verdadero, mas todo hombre es mentiroso." (Rom. 3:4)

Somos hijos del pecado, dice la Biblia; todos, sin excepción alguna, estamos bajo el pecado.

"No hay justo, ni aún uno; no hay quien entienda; no hay quien busque a Dios; Todos se apartaron a una fueron hechos inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni aún uno. Sepulcro abierto es su garganta; con sus lenguas tratan engañosamente; veneno de áspides está debajo de sus labios; cuya boca está llena de maledicencia y de amargura; sus pies son ligeros a derramar sangre.

Quebrantamiento y desventura hay en sus caminos; y camino de paz no conocieron. No hay temor de Dios delante de sus ojos." (Rom. 3:10-18.

Así es el hombre incapaz de hacer bien y siempre dispuesto a hacer el mal. Sí, así es el hombre... que bebe la justicia como el agua, (Job 15:16)

Esto es verdad, porque es el testimonio de Dios acerca del hombre. No somos buena cosa. Vergonzosamente tenemos que cubrir nuestro rostro, bajando la cabeza con dolor y miseria ante Su majestad.

Tenemos que reconocer delante de Dios que hemos nacido en el pecado y que nada bueno hay en nosotros mismos.

¿Esta usted dispuesto a reconocer delante de Dios, tanto sus hechos pecaminosos, como sus palabras y deseos pecaminosos? ¿Quiere usted confesar ante Dios que toda su vida es una vida de pecado?

Tan solo esto es el camino de la salvación y eterna salud.

Solamente así tendremos parte en el Evangelio de Gracia. Porque el Evangelio anuncia: desde el principio vio Dios nuestra tremenda miseria y perdición que nos agobia desde los primeros hombres Adán y Eva.

Por eso El tiene pleno derecho de condenarnos eternamente, porque Su justicia infinita exige que nuestros pecados, cometidos contra Su Majestad, sean castigados.

"...y que de ningún modo justificará al malvado..." (Ex. 34:7)

El pecado debe ser castigado. Pero el milagro es que Dios mismo se ocupa de esto, por medio de Su hijo amado.

Y es así que podemos oír que El nos pronuncia las más tiernas palabras de amor: "Yo soy amor" (1ª. Jn.4:16) "Porque de tal manera amo Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en El crea, no se pierda mas tenga vida eterna." (Jn.3:16).

Dios no busca en nosotros dignidad alguna, tampoco pide de nosotros obra alguna, puesto que no somos capaces de hacer algo bueno.

El, el Hijo de Dios, se ha hecho hombre por nosotros, como el Cordero de Dios cargando en Sí mismo todos nuestros pecados, (Jn.1:29).

Nosotros mismos no podemos merecer algo ante Dios. No podemos librarnos de la ira de Dios. Pero Dios ha hecho a Su Hijo pecado por nosotros. El murió en nuestro lugar. El, solo El es el único y verdadero Salvador. Podemos confiar plenamente en su obra consumada en la Cruz.

El Padre probó que el pecado estaba pagado, resucitando al Hijo de la muerte.

"El cual fue entregado por nuestros delitos, y resucitado para nuestra justificación." (Rom. 4:25).

Dios solamente pide de nosotros FE; fe en su obra de amor, fe en Jesucristo y en su obra consumada.

La promesa del Evangelio es que todo aquel que cree en Cristo crucificado, no se pierde, mas tiene vida eterna. Cristo ha dicho: "El que cree, tiene vida eterna." (Jn.6.27) Los que creen verdaderamente reciben este don de Dios por su pura gracia.

Esta es la promesa gloriosa del evangelio.

Amigo lector, es mi deseo y oración a Dios que esta gloria sea también realidades su vida.

Pedro escribe sobre esto: "Para que la prueba de vuestra fe...sea hallada en alabanza, gloria y honra, cuando Jesucristo fuere manifestado. Al cual, no habiendo visto le améis; en el cual creyendo, aunque al presente no le veáis, os alegráis con gozo inefable y glorificado. Obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salud de vuestras almas" (1ª. Pe.1:7-9).

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