Marzo 18, 2024
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Noventa y Cinco Tesis

 
 

Por amor a la verdad y con el deseo de sacarla a luz, se discutirán en Wittenberg las siguientes proposiciones, bajo la presidencia del Reverendo Padre Martín Lutero, Maestro en Artes y Sagrada Teología, y profesor ordinario de las mismas en este lugar. Por consiguiente ruega a todos aquellos que no puedan estar presentes y discutir oralmente con nosotros, quieran hacerlo por carta.

1. Nuestro Señor y Maestro Jesucristo, cuando dijo: Poenitentiam agite, quiso que toda la vida de los creyentes fuera arrepentimiento. (Nota: Mateo 4:17. Griego, metanoeite, alemán Bussetun. Las versiones latina y alemana pueden ser traducidas "haced penitencia"; el término griego sólo puede traducirse "arrepentíos").

2. Esta palabra no puede ser interpretada como penitencia sacramental, es decir, la confesión y satisfacción que administran los sacerdotes.

3. Sin embargo, no sólo significa arrepentimiento interior; no, pues no hay arrepentimiento interior que no obre al exterior en diversas mortificaciones de la carne.

4. La penalidad (del pecado) por consiguiente, continúa mientras dura el aborrecimiento del yo; porque ésta es el verdadero arrepentimiento interior, y continúa hasta nuestra entrada en el reino de los cielos.

5. El papa no entiende remitir, ni puede remitir, otras penas que las que él mismo ha impuesto, ya sea por su propia autoridad o por la de los cánones.

6. El papa no puede remitir ninguna culpa, sino sólo declarar que ha sido remitida por Dios y afirmado la remisión de Dios: Si bien es cierto que puede conceder remisión en casos reservados a su juicio. Si fuera menospreciado su derecho a conceder remisión en tales casos, la culpa permanecería enteramente sin perdón. (La teología católica, hace diferencia entre la "culpa" y la "pena" del pecado).

7. Dios no remite la culpa a aquellos que no se someten humildemente al sacerdote.

8. Los cánones penitenciales sólo pueden aplicarse a los vivos, no a los muertos.

9. El papa, por el Espíritu Santo, es benévolo, pues siempre hace excepción en sus decretos, del artículo de muerte y de necesidad.

10. Los sacerdotes que, en el caso de los moribundos, reservan las penitencias canónicas para el purgatorio, son ignorantes y malvados.

11. Este cambio de la penitencia canónica a la del purgatorio, es una cizaña sembrada cuando los obispos dormían.

12. Antiguamente las penas canónicas se imponían antes de la absolución, como prueba de verdadera contrición.

13. La muerte libera al moribundo de toda penalidad canónica.

14. La imperfecta salud del alma provoca necesariamente gran miedo al moribundo.

15. Ese miedo es en sí suficiente para constituir las penas del purgatorio.

16. Cielo, purgatorio e infierno difieren entre sí, al parecer, como la desesperación, la casi desesperación y la seguridad perfecta.

17. Es necesario que se aumente el amor y disminuya el horror hacia las almas del purgatorio.

18. Ni la razón ni las Escrituras aseguran que ellas estén fuera del alcance del amor.

19. Tampoco está probado que ellas conozcan su bienaventuranza, aunque nosotros estamos seguros de ello.

20. Por consiguiente cuando el papa habla de "completa remisión de las penas" no se refiere a "todas", sino a las impuestas por él.

21. Por consiguiente se equivocan los predicadores de indulgencias que afirman que por las indulgencias del papa uno puede ser librado de toda pena, y salvado;

22. Porque por ello no remite a las almas del purgatorio ninguna pena que hubieran debido pagar en esta vida.

23. Si fuera posible conceder la remisión de todas las penas, sólo podría hacerse con los más perfectos, es decir los menos.

24. Por consiguiente, la mayor parte del pueblo está engañada por esta indiscriminada y altisonante promesa de liberación de penas.

25. El poder que el papa tiene sobre el purgatorio, en general, es igual al que cualquier cura u obispo tiene en sus respectivas parroquias y diócesis.

26. El papa hace bien cuando concede remisión a las almas (del purgatorio), no por el poder de las llaves, sino por la intercesión.

27. Ellos predican que tan pronto como la moneda suena en el fondo de la alcancía, el alma sale del purgatorio.

28. Lo que sucede cuando suena la moneda es que aumentan la ganancia y la avaricia, pero el resultado de la intercesión de la iglesia está en el poder de Dios solamente.

29. ¿Quién sabe si todas las almas del purgatorio quieren salir de allí, como en las leyendas de San Severino y San Pascual?

30. Nadie está seguro de que su propia contrición sea sincera; mucho menos de que ha obtenido plena remisión.

31. Tan raro como el hombre que es verdaderamente penitente es el que verdaderamente compra indulgencias.

32. Se condenarán eternamente, junto con sus maestros, los que se crean salvos por tener letras de perdón.

33. Los hombres deben guardarse de aquellos que dicen que el perdón del papa es un don inapreciable de Dios.

34. Porque esas "gracias de perdón" sólo conciernen a las penas sacramentales impuestas por el hombre.

35. No predican doctrina cristiana los que enseñan que no es necesaria la contrición cuando se compra la salida de las almas del purgatorio o se compra Confesonalía (derecho de elegir su propio confesor).

36. Todo cristiano verdaderamente arrepentido tiene derecho a la plena remisión de la pena y la culpa, aún sin cartas de perdón.

37. Todo verdadero cristiano, vivo o muerto, tiene parte en todas las bendiciones de Cristo y de la iglesia; lo cual le es concedido por Dios; aún sin cartas de perdón.

38. La remisión papal no ha de ser menospreciada, sin embargo, porque, como he dicho, es la declaración de la remisión divina.

39. Es dificilísimo, aún para los más hábiles teólogos, recomendar al pueblo al mismo tiempo la abundancia de indulgencias y la necesidad de verdadera contrición.

40. La verdadera contrición busca y ama la pena, pero el perdón liberal sólo relaja la pena y hace que se la odie.

41. Los perdones apostólicos (papales) deben ser predicados con cautela, no sea que se los tome como preferibles a las buenas obras de amor.

42. Se debe enseñar que el papa no desea que se compare la compra de perdones con las obras de misericordia.

43. Se debe enseñar a los cristianos que el que da al pobre o presta al necesitado hace una obra mejor que comprando perdones.

44. Porque el amor aumenta con las obras de amor, y el hombre se mejora; lo cual no sucede con los perdones que sólo libran de la penalidad.

45. Se debe enseñar a los cristianos que quien, en vez de ayudar al que está en necesidad compra perdones, no compra indulgencias sino la indignación de Dios.

46. Se debe enseñar a los cristianos que, salvo que tengan más de lo que necesitan para ellos y sus familias, no deben derrochar en perdones.

47. Se debe enseñar a los cristianos que la compra de perdones es cuestión de libre albedrío, y no una obligación.

48. Se debe enseñar a los cristianos que el papa, al conceder perdones, necesita y desea más nuestras oraciones que el dinero que ellos le producen.

49. Se debe enseñar a los cristianos que los perdones del papa son útiles, mientras no pongan en ellos su confianza; pero enteramente perjudiciales si pierden el temor de Dios.

50. Se debe enseñar a los cristianos que si el papa conociera las exacciones de los predicadores de indulgencias, quisiera más bien que la iglesia de San Pedro se redujera a cenizas que no que fuera construida con la piel, la carne y los huesos de ovejas.

51. Se debe enseñar a los cristianos que sería el deseo del papa, y es su deber, dar de su propio dinero a muchos de aquellos a quienes ciertos pregoneros de perdones estafan, aunque para ellos tuviera que vender la iglesia de San Pedro.

52. La seguridad de la salvación por cartas de perdón es vana, aunque el comisario, o aún el mismo papa, lo asegurasen por su vida.

53. Son enemigos de Cristo y del papa los que suspenden la predicación de la Palabra en algunas iglesias para que en otras puedan predicarse las indulgencias.

54. Se ofende a la Palabra de Dios cuando en el mismo sermón se da igual o más tiempo a las indulgencias que a ella.

55. Debe ser intención del papa que si las indulgencias se celebran con una campana y una procesión, el evangelio, que es lo más grande, sea predicado con cien campanas, un centenar de procesiones, cien ceremonias.

56. Los "tesoros de la iglesia" de los cuales el papa concede indulgencias no son suficientemente mencionados entre el pueblo.

57. Que no son tesoros temporales es evidente.

58. Tampoco son los méritos de Cristo y los Santos, porque éstos obran sin necesidad del papa.

59. San Lorenzo dijo que los tesoros de la iglesia eran los pobres de la iglesia, pero hablaba con palabras de su época.

60. Sin audacia decimos que las llaves de la iglesia, dadas por los méritos de Cristo, son ese tesoro;

61. Porque está claro que para la remisión de las penalidades y de los casos reservados, basta con el poder del papa.

62. El verdadero tesoro de la iglesia es el Santísimo Evangelio de la gloria y la gracia de Dios.

63. Pero este tesoro es naturalmente aborrecido, porque hace que los primeros sean postreros.

64. El tesoro de las indulgencias es más aceptable, naturalmente, porque hace que los últimos sean primeros.

65. Por tanto los tesoros del evangelio son redes destinadas primitivamente a pescar hombres ricos.

66. Ahora los tesoros de las indulgencias son redes para pescar las riquezas de los hombres.

67. Las indulgencias que los predicadores anuncian como "las mayores gracias" lo son en la medida en que aumentan las ganancias.

68. Sin embargo, son en verdad las gracias más pequeñas, comparadas con la gracia de Dios y la piedad de la cruz.

69. Los obispos y curas deben admitir a los comisarios de los perdones apostólicos con toda reverencia.

70. Pero aún más obligados están a abrir ojos y oídos, no sea que esos hombres prediquen sus propias fantasías en lugar de la comisión del papa.

71. El que habla contra la verdad de los perdones apostólicos sea anatema.

72. Pero el que alerta contra la ambición y licencia de los vendedores de perdones, sea bienaventurado.

73. El papa condena justamente a los que, por cualquier arte, perjudican al tráfico de indulgencias.

74. Pero mucho más entiende condenar a aquellos que usan el pretexto de las indulgencias para perjudicar el amor y la verdad.

75. Pensar que los perdones papales son tan grandes que pueden absolver a un hombre que haya cometido un pecado imposible y violado a la madre de Dios, es una locura.

76. Decimos, por el contrario, que los perdones papales no pueden quitar el más pequeño pecado venial, en cuanto concierne a la culpa.

77. Se dice que el mismo San Pedro, si fuera papa ahora, no podría conceder mayores gracias; esto es blasfemia contra San Pedro y contra el papa.

78. Decimos, por el contrario, que cualquier papa tiene mayores gracias a su disposición; el evangelio, dones de sanidad, etc.

79. Decir que la cruz blasonada con las armas del papa, que levantan (los vendedores de indulgencias) tiene el mismo poder que la cruz de Cristo, es blasfemia.

80. Los obispos, curas y teólogos que permitan difundir tales cuentos entre la gente, tendrán que rendir cuenta.

81. Esta desenfrenada predicación de indulgencias hace que sea difícil, aún para los hombres preparados, rescatar la reverencia debida al papa, de las calumnias o aún de las atrevidas preguntas de los laicos.

82. Por ejemplo: "¿Por qué el papa no vacía el purgatorio, por puro amor santo y por la espantosa necesidad de las almas que allí están, si redime a un número infinito de almas por el miserable dinero que necesita para construir una iglesia?".

83. "¿Por qué continúan las misas por los muertos, y por qué no devuelve o permite que sean retiradas las dotaciones fundadas en beneficio de ellas, desde que es un error rogar por los redimidos?".

84. "¿Qué es esta nueva piedad de Dios y el papa, que por dinero permiten que un impío, que es enemigo de ellos, saque del purgatorio el alma de un piadoso amigo de Dios, y no ponen más bien en libertar a esa alma piadosa y amada, por puro amor?".

85. "¿Por qué los cánones penitenciales, que hace tiempo están de hecho abrogados y muertos por el desuso, han de satisfacerse ahora por la concesión de indulgencias, como si estuviera en vigor?".

86. "¿Por qué el papa, cuya riqueza es hoy mayor que las de los más ricos, no construye la iglesia de San Pedro con su propio dinero, en lugar de hacerlo con el de los pobres creyentes?".

87. "¿Qué es lo que el papa remite, y qué participación concede a aquellos que, por su perfecta contrición, tienen derecho a una perfecta contrición, tienen derecho a una perfecta remisión y participación?"

88. "¿Qué mayor bendición podría recibir la iglesia que la de que el papa hiciera cien veces por día lo que ahora hace una vez, y concediera a todos los creyentes esas remisiones y participaciones?" (La indulgencia daba derecho a su poseedor a la absolución "una vez en la vida y en artículo de muerte")

89. "Puesto que el papa con sus perdones, busca la salvación de las almas más bien que el dinero ¿Por qué suspende las indulgencias y perdones concedidos hasta el presente, si tienen la misma eficacia?" (Durante la temporada que se predicaba la indulgencia del jubileo en los días de Lutero -todas las otras indulgencias estaban suspendidas).

90. Reprimir estos argumentos y escrúpulos de los laicos sólo por la fuerza, y no darle razones, es exponer a la iglesia y al papa a la irrisión de sus enemigos, y hacer desdichados a los cristianos.

91. Por consiguiente, si las indulgencias se predicaran de acuerdo con la intención del papa, todas estas dudas se resolverían fácilmente; en realidad no existirían.

92. ¡Afuera, pues, con todos esos profetas que dicen al pueblo de Cristo: "Paz, paz" y no hay paz!

93. ¡Bienaventurados aquellos profetas que dicen al pueblo de Cristo: "Cruz, cruz" y no hay cruz! (Porque la cruz deja de ser cruz tan pronto como tú dices gozosamente: "Bendita cruz, no hay árbol como tú". Lutero: carta a Michael Dressen.

94. Se debe exhortar a los cristianos a que sigan diligentemente a Cristo, su Cabeza, aún a través de penalidades, muertes e infierno.

95. Y tener así confianza en que han de entrar en el cielo, más bien a través de muchas dificultades que a través de la seguridad de paz.

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