Marzo 29, 2024
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La Carrera Cristiana

 
 

Josué Mora Peña

Los Juegos Olímpicos terminaron recientemente en Beijing.  Hace varios años, en el año 2000, los juegos fueron en Sídney, Australia. Recuerdo haber leído en la revista "Time" que le llamaban "El Espectáculo Más Grande del Mundo".  Los Juegos Olímpicos empezaron en la ciudad griega de Olimpia en el año 776 a. de J.C. y en el año 394 de la era cristiana fueron cancelados.  El emperador romano Teodosio I, quien era cristiano, los abolió diciendo que eran un ritual pagano.  Estas competencias se reanudaron otra vez en el año 1896 por el Barón francés Pierre de Coubertín.
 
Se cree que aproximadamente 10,000 atletas de todo el mundo participan cada cuatro años en los Juegos Olímpicos, probablemente como 200 naciones toman parte en 300 eventos.  Muchos reporteros están a cargo de la cobertura.  Estos juegos duran aproximadamente como dos semanas.  Algunos le llaman "La Carrera Humana".
 
La meta de los concursantes es ganar una medalla de oro, algo muy valioso para los atletas, pero corruptible.  Durante los primeros años de los Juegos Olímpicos, nadie podía competir si no era ciudadano griego, nacido de padres griegos.  Tenían reglas muy estrictas para los participantes.  Tenían que negarse a sí mismos y aún el día de hoy tanto hombres como mujeres que toman parte el esos juegos deben negarse a sí mismos.  Algunos de ellos se van al extremo para llegar a obtener el premio usando una especie de estimulante como alguna droga lo cual es ilegal.  Si los descubren, los descalifican.
 
En la lectura bíblica de Hebreos 12:1-6, el autor usa el mismo principio de los Juegos Olímpicos como ejemplo de la carrera cristiana, todos somos atletas.  Todos estamos en la carrera, no hay excepción.  La carrera cristiana también tiene su meta: llegar al cielo.  Y todo cristiano anhela alcanzar su meta.  También los cristianos obtendremos una corona, sólo que al contrario del premio de los atletas del mundo secular, la corona del cristiano será incorruptible, algo que durará para siempre.
 
Si es cierto que en un principio nadie podía competir en los juegos si no era ciudadano griego, nacido de padres griegos, también es cierto que ninguna persona que no sea salva puede competir en la carrera cristiana, solamente aquellos que han nacido de nuevo espiritualmente.  Juan 3:3 dice, "...de cierto de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede entrar en el reino de Dios". 
 
Así como el atleta debe negarse a sí mismo muchos placeres del cuerpo, así el creyente debe hacer lo mismo.  1 de Corintios 9:24-25 dice, "¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno sólo se lleva el premio?  Corred de tal manera que lo obtengáis.  Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible".
 
También dijimos que los concursantes en los Juegos Olímpicos tenían reglas muy difíciles, así también los creyentes en su carrera cristiana tenemos reglas que debemos de guardar conforme las encontramos en la Biblia.  In primer lugar, el creyente debe negarse a sí mismo, como mencionamos antes. Hebreos 12:1 dice, "Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante".
 
En segundo lugar, debemos tener nuestros ojos fijos en Cristo y no voltear para la derecha ni para la izquierda.  El verso 2 del mismo capítulo 12 de Hebreos dice, "puestos los ojos en Jesús. el autor y consumador de la fe, el cual  por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios".  El cristiano siempre debe tener su vista puesta en Cristo y no hacer lo que hizo Pedro cuando anduvo en las aguas del Lago de Genesaret y quitó su vista del Maestro y empezó a hundirse (Mateo 14:30).
 
En tercer lugar, el atleta cristiano debe depender del Señor para su fortaleza diaria y no en la religión ni en el horóscopo ni en la lotería.  Lea Efesios 6:10-18 y ahí encontrará las armas espirituales que le ayudarán para llegar a la meta, o sea el cielo.  Al leer la Biblia y estudiarla a diario, ahí encontramos la fortaleza necesaria que necesitamos.  Al orar a Dios siempre ahí encontramos el bálsamo que aliviará y sostendrá nuestra vida espiritual.
 
Contrario a los Juegos Olímpicos, en la carrera cristiana nos ayudamos los unos a los otros.  Nuestra meta es llegar al cielo con familia y amistades, con aquellos por los que oramos para que Dios los salve y los rescate de la condenación eterna.  Hay una historia of 10 corredores especiales.  Eran jóvenes de ambos sexos.  Durante la carrera, uno de ellos se cayó, era una joven, los otros 9, como si se hubiesen puesto de acuerdo, se detuvieron, regresaron a levantarla y los 10 juntos llegaron a la meta.  Esa, estimados amigos, es la carrera cristiana.  No corremos solos ni tratamos de ser el primero.  Nos ayudamos los unos a los otros.  En 1992, los Juegos Olímpicos de verano fueron en Barcelona, España.  Uno de los corredores en la carrera de 400-metros era un atleta Inglés de nombre Derek Redmond.  Mientras corría se lastimó un ligamento y terminó en el suelo.  Mientras trataba de levantarse, su padre Jim Redmond, antes que alguien lo detuviera, brincó la pared hacia la pista y llegó hasta donde estaba su hijo.  Este se apoyó sobre sus hombros y ambos continuaron la carrera.  Todos los espectadores estaban de pié animándoles.  Cuando padre e hijo llegaron a la meta, fue como si el corredor, su padre y todos los espectadores habían llegado a la meta.  Así, mis amigos, es la carrera cristiana.

josue.mora@iglesiabautista.org

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Pasaje

Hebreos 12:1-6

1 Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,

2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.

3 Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.

4 Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado;

5 y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo:
Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor,
Ni desmayes cuando eres reprendido por él;

6 Porque el Señor al que ama, disciplina,
Y azota a todo el que recibe por hijo.

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